Nuestra bella Isla Margarita es principalmente cotizada por sus playas, sin embargo muy pocas personas saben que también pueden disfrutar de algunos atractivos acuáticos que bajan de las montañas, como son las pozas de San Juan.
Ubicadas en la población del mismo nombre, y a las que se llega por diversas vías. Una de ellas es la que se toma desde la avenida Juan Bautista Arismendi, incursionando por la encrucijada de El Espinal. Hay que avanzar hasta San Juan y tomar la vía hacia Fuentidueño, rumbo a la montaña. Otra de las vías es la de Boquerón, que se le entra desde Pedregales (Juangriego), Los Millanes o el Maco, desde donde se puede tomar el nuevo portachuelo y de paso disfrutar de una preciosa vista desde el mirador que está en la cima de la montaña, de tomar esta vía, llegará directo. Tan sólo hay que tomar la calle que va a San Juan y luego la que bordea la montaña. Derechito, van a llegar a Punta Cují, donde van a tomar la vía a mano izquierda, que solita los llevará a Fuentidueño, Paulatinamente van ir viendo las formaciones rocosas del río San Juan, que a medida que se va subiendo son más pronunciadas. Hay un sector, cerca de una cancha, donde se puede dejar el carro, para empezar el ascenso.
Lo primero que encuentran es un camino empedrado muy bonito, que los lleva por la ribera del río hasta un sector donde se han colocado algunas islas para hacer parrilla. Durante la caminata, que va desde suave a moderado, pueden apreciar la señalización, que por costumbre y por leyenda, se han impreso en vistosas tablitas: La Guayabita, Caña Brava, El Machete, El Hacha, El Jobo y El Roble, son parte de la nomenclatura ecológica. La más impactante es la que está ubicada justo en el sector de las parrilleras, donde está la Virgen del Chorro. Al parecer fue una Virgen que se le apareció a Valentín Millán, quien quiso dejar testimonio en una placa de fecha 7 de abril de 1990 y que reza: “Llegué a verte en tu cascada/ monumento natural/ Dios bendiga tu estadía / en este trono ambiental”.
De allí en adelante el camino comienza a ponerse difícil, si es que no tienen la suerte de que las pozas estén suficientemente llenas. Si este es el caso, la aventura continúa cuesta arriba. Las grandes rocas, esas que haces las paredes de las fosas, se convierten en las grandes aliadas para escalar. Lo más seguro es que no tengan que avanzar mucho para llegar a una suficientemente grande y honda. La profundidad de las pozas va entre tres y cinco metros.
Chapuzones, clavados, carreras desde lo más alto para caer como un cohete dentro de la fosa de agua, son algunas de las proezas que ejecutan los locales y que tímidamente emulan los visitantes. Las otras opciones son flotar de brazos extendidos y disfrutar del contexto sosegado de la montaña o meterse debajo de una caída de agua para recibir los masajes naturales más gratificantes. De cualquier forma la decisión entre la adrenalina y el relax total está en sus manos.
Ubicadas en la población del mismo nombre, y a las que se llega por diversas vías. Una de ellas es la que se toma desde la avenida Juan Bautista Arismendi, incursionando por la encrucijada de El Espinal. Hay que avanzar hasta San Juan y tomar la vía hacia Fuentidueño, rumbo a la montaña. Otra de las vías es la de Boquerón, que se le entra desde Pedregales (Juangriego), Los Millanes o el Maco, desde donde se puede tomar el nuevo portachuelo y de paso disfrutar de una preciosa vista desde el mirador que está en la cima de la montaña, de tomar esta vía, llegará directo. Tan sólo hay que tomar la calle que va a San Juan y luego la que bordea la montaña. Derechito, van a llegar a Punta Cují, donde van a tomar la vía a mano izquierda, que solita los llevará a Fuentidueño, Paulatinamente van ir viendo las formaciones rocosas del río San Juan, que a medida que se va subiendo son más pronunciadas. Hay un sector, cerca de una cancha, donde se puede dejar el carro, para empezar el ascenso.
Lo primero que encuentran es un camino empedrado muy bonito, que los lleva por la ribera del río hasta un sector donde se han colocado algunas islas para hacer parrilla. Durante la caminata, que va desde suave a moderado, pueden apreciar la señalización, que por costumbre y por leyenda, se han impreso en vistosas tablitas: La Guayabita, Caña Brava, El Machete, El Hacha, El Jobo y El Roble, son parte de la nomenclatura ecológica. La más impactante es la que está ubicada justo en el sector de las parrilleras, donde está la Virgen del Chorro. Al parecer fue una Virgen que se le apareció a Valentín Millán, quien quiso dejar testimonio en una placa de fecha 7 de abril de 1990 y que reza: “Llegué a verte en tu cascada/ monumento natural/ Dios bendiga tu estadía / en este trono ambiental”.
De allí en adelante el camino comienza a ponerse difícil, si es que no tienen la suerte de que las pozas estén suficientemente llenas. Si este es el caso, la aventura continúa cuesta arriba. Las grandes rocas, esas que haces las paredes de las fosas, se convierten en las grandes aliadas para escalar. Lo más seguro es que no tengan que avanzar mucho para llegar a una suficientemente grande y honda. La profundidad de las pozas va entre tres y cinco metros.
Chapuzones, clavados, carreras desde lo más alto para caer como un cohete dentro de la fosa de agua, son algunas de las proezas que ejecutan los locales y que tímidamente emulan los visitantes. Las otras opciones son flotar de brazos extendidos y disfrutar del contexto sosegado de la montaña o meterse debajo de una caída de agua para recibir los masajes naturales más gratificantes. De cualquier forma la decisión entre la adrenalina y el relax total está en sus manos.
Fuente: Somos Margarita